Crítica de la tercera temporada de Juego de calamares: Cuando lo que está en juego es humano
Aviso de spoilers: Spoilers por delante de la tercera temporada completa de Juego de Calamares. No hay forma de hablar de esto sin profundizar.


Esta temporada se siente como un duelo
Desde el principio, es obvio. Algo falla. No en el mal sentido. Sino de una manera más pesada.
La luz se ha ido de los ojos de Gi-hun. Se mueve como un hombre atrapado en un recuerdo que no puede dejar de revivir. Tienes la sensación de que no ha vuelto por una causa; ha vuelto porque mantenerse alejado le dolía más.
¿Y los juegos? No han cambiado. Pero él sí. Así que ahora, golpean de forma diferente.
Hay sangre, seguro; pero eso no es lo que perdura
La tercera temporada sigue matando gente. Algunas de esas muertes son brutales. Algunas son lentas. Algunas son... tranquilas, incluso. Pero eso no es lo que se te queda grabado.
Lo que se pega es el peso detrás de todo. La espera. Los momentos previos a lo inevitable. La tensión que se acumula cuando ves que alguien tiende la mano y sabes el coste.
Aquí no hay giro. Sólo la consecuencia. Y eso resulta mucho más aterrador.
Terror psicológico bien hecho
Esta temporada ya no es terror en el sentido tradicional. No son sustos con saltos ni cubos de sangre; es más tranquila. Más agudo, también.
Se trata de horror psicológico, reducido a su esencia. Trata del control. De manipulación. De ver cómo la empatía se convierte en una trampa. Ver cómo el amor se convierte en un lastre.
No tiene miedo porque alguien pueda morir. Tienes miedo porque sabes que lo harán y porque su muerte hará que alguien más se deshaga.
Jun-hee es la mecha
Su historia no se desarrolla como una línea argumental. Se siente como algo delicado que los guionistas te retan a sostener sin temblar.
Está embarazada. Y en una serie como ésta, eso no es sólo un detalle. Es un temporizador. Un punto de presión.
Quieres que ella lo logre. Quieres que alguien lo consiga. Y eso -más que cualquier juego o regla- es lo que le hace vulnerable. Igual que los personajes.
Gi-hun la ve y algo cambia. No es redención. No exactamente. Más bien... instinto. Protección por hacer una cosa bien después de hacer tantas cosas mal.
Geum-ja me rompió
Siempre hay un momento en una temporada en el que se te aprieta el pecho. Para mí, fue ella.
No quiero describirlo en su totalidad. Lo sabrás cuando llegues ahí. Pero es desordenado. Y cruel. Y... comprensible, que es quizá la peor parte.
Hace lo que cree que es necesario. Y cuando lo hace, no hay alivio. Ni justificación. Sólo el eco de algo que no puede deshacerse.
No se enmarca heroicamente. O trágicamente. Simplemente es. Y no pude dejar de pensar en ello durante horas después.
Gi-hun no gana; no realmente
Su acto final parece inevitable. No salva a Jun-hee porque crea en la justicia. Lo hace porque no puede sobrevivir a la culpa si no lo hace.
No hay gloria en ello. No hay despedida con lágrimas. Es desgastado, final y... extrañamente pacífico. El tipo de paz que sólo encuentras cuando ya has perdido demasiado para sentir otra cosa.
Hace el intercambio. Y se marcha. Pero lo que se lleva, ése es el verdadero coste.
Los juegos dejaron de ser divertidos hace temporadas
No me di cuenta hasta la mitad, pero en ningún momento de esta temporada sentí emoción. Ni una sola vez.
Y eso no es un defecto. Es la cuestión.
Ya no se trata de juegos ingeniosos. Se trata de lo que le ocurre a la gente cuando se ve obligada a seguir jugando incluso después de haberse roto. Sobre lo que queda cuando todo lo demás ha desaparecido.
Duele. Sinceramente, debería.
No hay ganadores. Sin respuestas.
La tercera temporada no envuelve las cosas con un mensaje. No hay una "moraleja" esperando al final. No hay catarsis. Sólo una única decisión humana tomada en las ruinas de todo lo que vino antes.
Y extrañamente, eso es lo más poderoso que ha hecho esta serie hasta ahora.
Ha confiado en el silencio.
Reflexión final
Cuando terminé de verla, no me sentí impresionado. Me sentí destrozado. No porque la serie me impactara, sino porque comprendió algo que la mayoría de las series de este tipo pasan por alto.
El terror no siempre es ruidoso. A veces es silencioso. A veces parece un hombre saliendo de una puerta con la cabeza gacha. A veces se parece a elegir preocuparse de nuevo, sabiendo lo que puede costarle.
Ahí es donde termina Juego de calamares.
No con una explosión. No con una victoria. Sino con alguien que decide que quizá, sólo quizá, una vida vale todo lo demás.
Fuente(s)
Fuente de la imagen: Netflix
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