El retrato que hacen los medios de comunicación de los abnegados activistas climáticos no resiste del todo el escrutinio. La Fundación ADAC y el Instituto SINUS han realizado recientemente una encuesta detallada entre jóvenes de 16 a 27 años, y los resultados echan por tierra por completo las suposiciones generalizadas. Salvar el mundo está fuera, la desilusión reina. La Generación Z parece haber tenido suficiente. Las decisiones ya no se basan en las posibles consecuencias para el bien colectivo, sino en el frío y duro interés propio. La atención ya no se centra en los problemas globales que se avecinan, como el cambio climático, sino en la propia zona de confort.
Una mirada a los datos no deja lugar a dudas. Cuando un joven se enfrenta a decisiones de la vida real, como ir a la universidad o incorporarse al mundo laboral, el clima mundial no suele ser un problema. Sólo un escaso 12% considera el respeto por el medio ambiente como un factor decisivo en su forma de vida. Esto sitúa a la generación más joven incluso por detrás de la media de la población general, donde al menos el 15% le presta atención. Lo que cuenta en cambio son los hechos concretos. Tiene que ser rápido (52%), fiable (48%) y asequible (44%). La brújula moral queda anulada por las limitaciones de tiempo y las presiones financieras. Christina Tillmann, miembro del consejo de la Fundación ADAC, llama a esto "desideologización".
El estudio también echa por tierra un viejo prejuicio sobre los permisos de conducir. Lejos de dar la espalda al símbolo de estatus que es el coche, el 58% de los adultos jóvenes de Alemania ya tiene carné de conducir, y otro 27% tiene previsto obtenerlo. El coche sigue siendo la piedra angular de la movilidad. Casi la mitad (48%) se pone al volante al menos una vez a la semana. Aunque también utilizan el transporte público con más frecuencia que la media (59% semanalmente), no se trata de una disyuntiva. Utilizan lo que más les conviene en cada momento.
El repliegue en las zonas de confort es especialmente evidente cuando se trata de las vacaciones. Aquí es donde más divergen las expectativas y la realidad. Mientras que los jóvenes utilizan el coche para sus vacaciones con algo menos de frecuencia que la media nacional, el 37% viaja en avión para sus vacaciones. Se trata de una cifra récord en todos los grupos de edad. El deseo de viajar está superando a la preocupación por la propia huella de carbono.
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A la Generación Z tampoco le gusta mucho la política. A los jóvenes no les interesan las apelaciones a la conciencia. Quieren tecnología que cumpla, y por eso la tecnología innovadora está encontrando un público receptivo. el 44% se subiría a un coche autónomo sin dudarlo, y el 36% incluso se subiría a un taxi volador. En comparación con los Baby Boomers, son verdaderos entusiastas de la tecnología, pero tienen sus dudas sobre cómo se implementará.


