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La reforestación no es una panacea: Los bosques tienen un impacto complejo en el clima y el medio ambiente

Es poco probable que la simple plantación de bosques funcione. (Imagen: pixabay/WikiImages)
Es poco probable que la simple plantación de bosques funcione. (Imagen: pixabay/WikiImages)
Basta con plantar suficientes árboles: ésta es la teoría para un remedio sencillo contra el cambio climático. Un estudio con simulaciones globales llega a una conclusión diferente.

Existe cierto consenso: Hay que plantar árboles, y unos pocos aquí y allá nunca serán suficientes. Sobre todo, donde había bosques hace 100 ó 200 años, deben y tienen que reforestarse.

No se debe permitir bajo ningún concepto que continúe la tendencia actual, ya que para 2095 se habrán perdido casi un millón de millas cuadradas de superficie forestal adicional. Esto equivale aproximadamente a dos tercios de la superficie de la Unión Europea. El calentamiento global previsto sería entonces de 6 grados Fahrenheit (4 °C), frente a la cifra actual de bastante menos de 3 grados (2 °C).

Sin embargo, hay que tener en cuenta efectos adicionales en la reforestación, que se han investigado utilizando varios modelos del sistema terrestre. Dependiendo de la complejidad de los cálculos y de los aspectos que se tengan en cuenta, surgen condiciones muy diferentes para el futuro.

Una simulación tan gigantesca sólo podría llevarse a cabo con la potencia de cálculo adecuada, que el superordenador HPE SGI ICE XA (Cheyenne) ha tenido a bien proporcionar. Con 145.152 procesadores, 40 petabytes de memoria y un total de 5,3 petaflops, el modelado necesario fue posible. Y los resultados detallados son notables.

Por ejemplo, un bosque recién plantado cambia la reflectividad de la superficie terrestre. Este efecto, conocido como "albedo", puede incluso aumentar el calentamiento global, sobre todo en las latitudes más altas, donde antes había pastizales o incluso suelos más pobres.

Los árboles también contribuyen a aumentar la concentración de ozono y metano, que refuerzan el efecto invernadero.

Además, las grandes extensiones forestales aglutinan aerosoles. Estas pequeñas partículas en suspensión son en parte responsables de la formación de nubes, que a su vez irradian grandes cantidades de calor al espacio y contribuyen así a reducir el calentamiento global.

No obstante, los bosques también pueden contribuir a la formación de nubes a través de la evaporación y la condensación y tener así un efecto refrigerante. Por otro lado, una plantación inadecuada y unos periodos secos impredecibles también podrían desencadenar más incendios forestales.

En general, puede verse que a medida que aumenta la complejidad, la previsión también se hace más difícil. No obstante, pueden identificarse algunos extremos que, en el mejor de los casos, pueden evitarse.

Hay que detener la deforestación, eso está bastante claro. Pero incluso los efectos de la máxima reforestación posible apenas parecen conducir al resultado deseado.

Los efectos de 3 millones de millas cuadradas de bosque nuevo, que corresponden a la superficie de Australia, no son necesariamente más positivos que los de alrededor de 1 millón de millas cuadradas en los lugares adecuados.

Eso supondría una estimación aproximada de 300.000 millones de árboles nuevos que habría que plantar. Esto bien podría compensar nuestras emisiones globales, quizás incluso compensarlas - con menos efectos negativos al mismo tiempo.

Pero, sobre todo, está claro que la reforestación por sí sola no es en absoluto el enfoque adecuado y que toda intervención tiene multitud de otros efectos. Esto quizá podría haberse imaginado hace 50 ó 100 años, incluso sin superordenadores.

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Mario Petzold, 2024-02-28 (Update: 2024-02-28)